Esa noche comprendí porque era mi mujer

Esa noche comprendí porque era mi mujer, porque la lleve a la cama por vez primera, esa noche me sentí nuevamente su amo y su cuerpo fue el fértil templo del sexo deseado. Esa noche la bese como la primera vez o quizás un poco más intensamente, la tome en los brazos y la lance sobre la cama mientras ella reía, le saque la ropa con delicada rapidez e hice que sus bragas ya no existieran a ritmo de besos. Esa noche bese los labios de su vagina y explore su monte de Venus, fui mi lengua cómplice de sus suspiros y de sus gritos silenciosos, era fuego y pasión. Ella siguió mi juego y con rapidez mi pene era fruta en su boca, chupo, lamió, jugó con el, hizo todo para dejarlo erecto. Luego la penetre con la pasión del sexo en amor, mi pene fue amigo de su vagina y entra y salía a una velocidad intensa, ella gritaba y me decía palabras cargadas de pasión en la cama, se sentía bien y se veía como loba salvaje, grito, grito, grito sin miedo y con pasión. Luego su cuerpo giro y sus nalgas fueron mi paisaje, seguí penetrando su pene mientras sus nalgas danzabas y su cadera bailaba al ritmo del corazón. Las penetre, si, penetre sus nalgas y los gritos fueron más intensos, más cálidos, más salvajes, pero no quería detenerme ni ella que me detuviera, seguí, seguí, seguí, y de pronto llego el llanto esperado, el momento buscado, el fruto del sexo y la cama desnuda. El tiempo se detuvo y suspiramos entre mezclas de fluidos, todo fue intenso y fugaz, todo sexo, puro sexo, intenso sexo.

2 comentarios en “Esa noche comprendí porque era mi mujer

  1. Me erizo la piel y mi mente. Me sentí identificada pero no por el simple acto de hacer el amor, si no por tu suave descripción y la manera de formar ideas a partir de tus dulces metáforas.

    ¡Qué rico!

    1. Gracias estimada lectora, trato que mis relatos también sean poesía y que el sexo sea respetuoso a la vez que intenso, busco agradar al lector, no que el lector se sienta agredido, mis letras es la fantasía de un beso y la necesidad de sentirnos vivos en una danza de dos.

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